lunes, 15 de octubre de 2012

DÍA 3. Miguel Fernandez



Un paseo a caballo.


Friem, cabalgó toda la noche. Ya con el alba, se preguntaba como se sucederían los duelos, pero no tardaría en enterarse, en cuanto se proclamara un vencedor, una legión de jinetes, se apresurarían para llevar la noticia a todos los confines del reino. Las nuevas eran demasiado importantes, como para esperar a que llegaran por los medios normales. A lo lejos, vio una silueta, recortada por los primeros rayos de sol.

-¿Es una mujer? ¿Puede ser ella?- apretó las riendas y dio caza a la figura.- ¿Shania?

-¿Qué quieres?- la muchacha se puso en guardia.- No regresaré.

-No he venido para eso. Tu hermano me ha mandado para protegerte.- ella siguió caminando. Las sombras del amanecer, se extinguían a medida que recorría el camino.

-No necesito tu ayuda. Vete por donde has venido y se el fiel perro de mi hermano- las palabras estaban cargadas de odio y rabia.

-Tu hermano, a estas luces se esta jugando la vida en la sala blanca. Ha aceptado los duelos, y temo por su vida.- Señora suba al caballo.

-No me interesa, para nada, como discurran los duelos, o lo que ocurra en La Torre Blanca, o lo que le suceda al caudillo, o todos los que lo rodean.- vocifero colocando su capa, para protegerse del frío de la mañana.- Solo me verán en la ciudad si me llevas como cadáver.

-Pero. . . pero. . .- era la mujer más terca que había conocido jamás.- Vale ya estoy harto, sube al puto caballo.-Friem agarro a la muchacha del brazo y de un tirón la subió a la silla.

-Suéltame cabestro. Suéltame te digo.- la joven intentaba zafarse del abrazo del guerrero pero la fuerza de este era muy superior.

-Ahora, cállate. Vamos a casa de un buen amigo, y te agradecería, que no dieras indicios de quien eres.

-Animal. Bestia.- concluyó ella diciendo la última palabra.


La mañana en la capital era gris. Un brazo herido, y magulladuras por todo el cuerpo. Esas eran las lesiones en sus carnes, pero esas no le dolían, lo que realmente le incomodaba era el punzante pensamiento de saber que había fallado a su padre.

-Señor Breogam, el caudillo reclama la presencia de todos los caballeros en el gran salón blanco.

-Boy.- no le apetecía, pero ahora su vida no le pertenecía.

El criado salió por la puerta, dejando atrás a Breogam. Los aposentos de los guerreros no eran a lo que estaba acostumbrado, pero eso era lo de menos. Ahora debería de ser el mejor de los caballeros, y algún día recuperaría su lugar. Se vistió con su traje de cuero, y las placas de quitina. Era una defensa liviana, fácil de poner y resistente en batalla. Camino por los pasillos y miró en salones con grandes maquinarias que solo unos pocos conocían, y menos sabían de su funcionamiento o para que servían. Los sonidos a metal se sucedían y el calor hacia difícil respirar en algunas zonas. Siguió los pasillos hasta el salón blanco, preguntándose que seria de su hermana y de Friem. Esperaba que la encontrara y la protegiera, aun a costa de su propia vida.

En el gran salón, ya esperaban algunos de los caballeros. Vio un par de caras conocidas, dos leales hombres a su casa. Caminó hacia ellos.

-Buen día Breo.- dijo uno de ellos.

-¿Cómo estas, chico?- pregunto el otro en tono condescendiente.

-Que este día os sea propicio.- contesto Breogam.- ¿Sabéis el porque de esta reunión?- preguntó temiendo por la vida de su hermana. Cloud abrió la boca pero en ese momento entró en la sala en nuevo caudillo.

-¡ATENCIÓN! ENTRA EN EL SALÓN BLANCO EL CAUDILLO.

El señor tomó asiento. Mientras en toda la sala un murmullo se hizo patente.

-Aquí esta. Cree que ser caudillo, consiste en ser una decapitadota en el campo de batalla.- comento Cloud.

-Como guerrero, es bueno, sin duda. Pero no creo que dure mucho.- dijo Bladius.- Demasiado impulsivo.- Concluyó.

No solo ellos comentaban, toda la sala parloteaba sobre el nuevo caudillo. Las ideas se sobreponían, y de todas las tendencias posibles. Los más estaban en acuerdo con Bladius.

-Caballeros.- la voz del soberano, se escuchó por encima de todos los murmullos.- una sombra nos acecha desde el sur. El reino, de más allá de las montañas, esta moviendo sus tropas.- uno de los druidas se acercó, y dijo algo al oído del caudillo.- Mañana tres casas partirán al sur. Yo encabezaré la marcha, con Raven a mi derecha, y. . .- hizo una pausa buscando a alguien en la sala- Breogam nos cubrirá en la defensa.

Breogam hizo una mueca. Cloud le puso la mano en el hombro, haciendo que se serenara. Ir en la retaguardia era una vergüenza y el señor lo sabía. Sin más, los reunidos en el salón blanco, empezaron a retirarse. Breogam pensaba en lo bajo de los actos del caudillo. Pero era hijo de Troin el grande y lo demostraría en batalla.

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