miércoles, 4 de septiembre de 2013

¡¡¡Hasta lueee!!!

Hemos esperado a reencontrarnos, a disfrutar un verano más juntos, a hacer un montón de cosas y luego, ya de vuelta uno en León y otra en Valencia, acordarnos de que este blog seguía abierto, de modo que, por teléfono, hemos decidido que siga aparcado un tiempo más.
TIERRA Y AUMIRIO CIERRA SUS PUERTAS HASTA NUEVO AVISO. MIL GRACIAS A TODOS.
Si queréis seguir sabiendo de nosotros podéis encontrarnos en los siguientes sitios web...
Mimi:
http://pandoracc.blogspot.com.es/
http://saboreuforia.blogspot.com.es/
https://www.facebook.com/MiriamAlonsoRodrigues

Miguel ya dirá, si quiere, claro jejejje.

GRACIAS POR LEER, AÚN SIN HABER COMENTADO.
SOIS AMOR.
¡ABRAZOS!

miércoles, 17 de abril de 2013

Incisos técnicos xDDDDDDDD



A los lectores de Tierra y Aumirio:

Como sabréis, somos dos escribiendo en este blog. Bueno, pues está pasando algo mientras los de Ventia y los salvajes se zurran. ¿Quieres saber qué es? Pasad y leed la entrevista que me han hecho para el blog Unpocodeinfo.
Os dejo el enlace por si os apetece echarle un ojo ;)


http://unpocodeinfo.blogspot.de/2013/04/entrevista-miriam-alonso.html



sábado, 9 de marzo de 2013

Día doce. Mimi Alonso.


ATAQUE DE LOS ENEMIGOS

No se equivocaba: su ejército debió preparar la luchar en vez de mantener esa actitud arrogante que sólo servía en la corte de Leston. El amanecer llegó, y mientras el sol echaba atrás las nubes oscuras, el campamento amanecía salpicado de sangre. Til logró resistir el asalto blandiendo su arma en la oscuridad, pero no lo hicieron los que, con sus panzas al cielo, confiaron en el reconocimiento de sus galones por parte de los salvajes.
Cuatro supervivientes apresados, quince salvajes muertos, todavía les superaban en número... Mientras encadenaban las muñecas de Til, juró que acabaría con aquella horda de harapientos bastardos uno a uno.
El que parecía el líder le golpeó antes de hablar. El protocoloventiano indicaba que entonces debía morir, pero lamentablemente la espada de Tilhabía sido enfundada en el cinturón de una mole rubia que, con su sonrisa estúpida, disfrutaba al verle humillado.
Dijo palabras que no comprendió, antes se cortaría la cabeza que dedicar un mínimo esfuerzo  al idioma de los salvajes. Al menos todavía conservaba la lengua para escupir al líder salvaje y sonreír también: entonces ambos bandos estaban posicionados.
Atizándolos como animales les obligaron a abandonar el campamento atravesando escarpadas montañas. Parecía que los llevaran a un precipicio, pero se desviaron en el último instante. Tilse imaginócayendo al vacío para encontrar la ingrata muerte entre piedras afiladas, pero no, aquellos bastardos no dejaban de sorprenderle. Descendiendo un camino tortuoso hasta encontrar una pequeña oquedad en la montaña donde ¡sorpresa!, había más salvajes ocultos.
–Nunca podríamos haberlos encontrado aquí –se lamentó Sir Gerald Rozz.
–Cállate –escupió Til con desprecio. Debía reconocer el lugar, ver si tanto aquellos patéticos supervivientes como él tenían la mínima posibilidad de escapar.
El cabeza de expedición tomó asiento en un trono improvisado. A base de pieles, los salvajes habían alzado al que Til supuso su rey, como si de un dios se tratara. El salvaje le miró con arrogancia desde las alturas. Sí, indudablemente por sus venas corría sangre diferente al resto.
–Mirad lo que han atrapado mis hombres… –boquiabierto descubrió que hablaban el mismo idioma–. Un puñado de serpientes en mis tierras… Yo mato a las serpientes.
–Mi nombre es Sir TilwanGregor de Leston. Te ordeno que nos liberes ahora mismo –el salvaje recibió sus palabras con una sonrisa cargada de desprecio.
–Sir TilwanGregor de Leston, eres un ladrón y ahora estás en mis tierras. Cierra la boca si no quieres que vuele pendiente abajo junto a cabeza.
Declaró el salvaje levantando un cuerno con el que sació su sed.
–Ahora que nos hemos presentado según vuestras costumbres –se jactó el salvaje-, Sir Tilwan: ¿dónde está mi hermana?

sábado, 23 de febrero de 2013

Día once. Mimi Alonso

CRUZAN LA FRONTERA

El camino se hizo largo, tanto que cualquiera de los jinetes experimentados que formaban parte de la expedición podía sentir el cansancio en cada músculo de su cuerpo, eso o que tras llegar a Ventia se acomodaron en una calmada vida de burgueses, olvidando que eran soldados a las órdenes del rey.
La ira y el desprecio que sentía Til, aumentaba a medida que el sol se alzaba más alto en el cielo. No era que no disfrutara con aquello, finalmente iban a cazar salvajes y él podría reunir el aumirio prometido a los renzos, lo que le estaba carcomiendo el alma era la llegada del emisario de Leston, del tal Konrad con sus aires de superioridad dispuesto a ordenar en su propia casa… Gracioso que lo enviaran a él cuando jamás fue capaz de hacerlo en Leston.
No sólo le había afrentado a él tratándolo de irresponsable y poco digno del cargo que ostentaba, también se propasó con Kristen, la humilló en un momento tan delicado que incluso el propio Til decidió limar asperezas con ella. Ahora estaba sola con Konrad, a su completa disposición. Si tan solo la hubieran enviado de vuelta a la capital…
-¡Queréis hacer el favor de acelerar el paso! –gritó a la caballería de vagos guerreros que tenía la deshonra de conducir. Los hombres obedecieron y obviando el dolor se pusieron al galope próximos a la frontera.
Si solamente la dejaran marcharse de una vez por todas de Ventia… Él sabía que su prima odiaba el lugar desde lo más profundo de su corazón, lo supo siempre, y para colmo ahora estaba obligada a quedarse hasta que el imbécil de Julien… el cuerpo del imbécil de Julien apareciera.
-¡Allí está la frontera! ¡Acamparemos en tierra de salvajes! –dijo a sus hombres, nadie respondió.

Con sólo avanzar unos metros por aquellos peligrosos parajes uno ya podía sentir que había abandonado la civilización. Entre los árboles se distinguían algunos signos inequívocos de brujería. Til arrancó un amuleto que colgaba de una rama y lo echó a la hoguera del campamento.
-Malditos idiotas. Piensan que con ésta mierda van a poder contener la entrada de un ejército…
-Son como animales, Lord Til, no tienen conocimiento alguno de lo que realmente sucede en el mundo. Son estúpidos y…
-Y están vivos mientras tú hablas –el círculo de caballeros que envalentonados por las palabras del lord habían comenzado a reír, calló al instante-, mientras todos habláis… Estos salvajes están por civilizar pero no son tan imbéciles como pensamos, han conseguido resistir, siguen respirando mientras Ventia pierde reservas de aumirio. Preparaos para la guerra y hacedlo bien. Ahora estamos lejos de nuestro hogar y no me pesa deciros que no lamentaré vuestras muertes, sólo lamentaré que regresemos sin el cargamento. Sois la vergüenza de Leston, la de Lady Kristen y la mía. Preparaos a morir o pelead contra los salvajes: os va la vida en ello.

sábado, 9 de febrero de 2013

Día diez. Mimi Alonso.

MUERE UN PERSONAJE

-...Y por lo visto llego en buen momento –añadió el enviado de Leston levantando una bolsa andrajosa para que quedara a vista de todos.
-¿Qué es eso? –Preguntó Kristen confusa.
-Un regalo de sus amigos los salvajes –lanzó el bulto a los pies de la escalera. Por inercia ella se agachó dispuesta a abrirlo cuando Konrad Arievdouth le ordenó detenerse.-No creo que sea buena idea…
-¿Qué hay en la bolsa?
-Algo que una dama nunca debe sujetas con sus pálidos dedos –se mofó el recién llegado.
Furiosa por la burla, Kristen se agachó junto a la bolsa para desprender los cordones que la anudaban. Acto seguido apartó la tela sucia, húmeda, para atisbar con curiosidad el contenido.
-Dios mío… -alcanzó a decir retrocediendo unos pasos.
La cabeza seccionada de Lord Graham se mostró verduzca, apenas reconocible. El cabello acartonado se mezclaba con la sangre que cubría casi por completo su rostro, como si en cuanto le hubieran cortado la cabeza la hubieran metido en la bolsa.
Til, que aparecía al pie de la escalera en aquellos momentos, detectó el contenido de la bolsa para quedar estupefacto ante la imagen.
-No pensé que las cosas estuvieran poniéndose tan serias por aquí… En Leston desde luego no saben nada de la situación de Ventia. ¿Quién ha estado encargado de todo esto en ausencia de Lord Julien?
-Yo –respondió Kristen sintiendo todo el peso del deber cayendo sobre sus hombros.
-Pues querida mía, ya debería saber que una dama no puede hacer ciertas cosas: debió quedarse al margen.
-¿Cómo te atreves? –Explotó Til avanzando amenazador hasta dejarla a su espalda-. Kristen lo ha estado realmente bien.
-¿Y vos qué hacíais mientras ella estaba realmente bien, Lord Til? ¿Jugabais entre sus faldas? –Til echó mano automáticamente a la empuñadura de su espada, colgando en el cinturón-. ¡Oh! Temo que eso no será necesario. Ahora yo gobierno Ventia –dijo Konrad sacando del bolsillo interior del abrigo un pergamino lacrado, ritualmente lo entregó a Kristen con una inclinación-, así lo dice el rey.
-¿Y cuál es mi función entonces? –Se interesó Kristen con un brillo de ilusión en la mirada. Con mucha suerte la mandarían de regreso y podría olvidar toda la pesadilla que había vivido en Ventia.
-Ponerme al día hasta nueva orden, milady –se burló Konrad-. En cuanto a usted, Lord Til… Debería haber dispuesto las tropas para partir a la batalla hace semanas. ¿Se puede saber en qué estaba pensando? –Preguntó con malicia mientras pasaba la mirada de Kristen a su primo.
-Las tropas están dispuestas, como dice, desde hace semanas –mintió Til.
-Perfecto entonces. Saldrán al frente al amanecer y regresarán con aumirio, quizá eso retrase la orden de Leston que guardo en mi bolsillo, donde se le insta a rendir cuentas ante el rey.
-¡Pero eso es absurdo! ¿Por qué el rey iba a culparme a mí de nada?
-Porque vos representáis al reino, vos formáis parte de la familia que debería haber hecho funcionar ésta colonia y vos, varón que yo sepa –añadió en un descarado reproche a Kristen-, sois el máximo responsable de que Leston obtenga el aumirio.
-¡Eso no es cierto! ¡Él no es responsable de nada! –Protestó indignada-. Yo soy quien quedó al mando tras la desaparición de mi esposo y…
-Creo que deberíais retiraros, Lady Kristen –zanjó amenazador Konrad Arievdouth-. Aquí una dama no pinta nada.
Se quedó con la boca abierta unos segundos a punto de reprochar, pero la cerró. Subió las escaleras taconeando con furia cada peldaño hasta que los invitados escucharon un portazo desde el piso superior.
-Habéis sido muy descortés –chirrió Til con la vena del cuello inflamada.
-Lo necesario, en fin... Preparad carros, no quiero volver a ver vuestro rostro hasta que vengáis de vuelta cargado de aumirio, tras pasar unos cuantos de esos animales por vuestro acero –dijo refiriéndose a los salvajes.

Cinco horas más tarde Til partía hacia la guerra. En la lejanía, tras las cristaleras de su dormitorio, Kristen le vio cabalgar decidido, sin echar la vista atrás ni por un instante. 

sábado, 26 de enero de 2013

Día nueve. Mimi Alonso


APARECE UN NUEVO PERSONAJE

En menos de veinticuatro horas, Kristen se convirtió en la viuda más joven de Ventia. Pese a su alegría inicial no le costó demasiado trabajo mostrarse afectada por las noticias recientes, no por la muerte de su esposo, sino por la falta de su criada. Cuando bajó las escaleras y vio la gravedad reflejada en los rostros de su corte Ventiana, sintió culpa al pensar que el hombre que los lideraba a todos había muerto y ella no sentía el mínimo dolor al respecto.
Siguiendo la marcha fúnebre hasta el escueto cementerio, le costó mantener las formas. Amén de lo obvio, lo único que empañaba aquella repentina sensación de libertad era saber que los flanqueantes hombres partirían a la guerra tan pronto como terminaran los actos por la memoria de su esposo.

–Sé valiente, Kristen –decían mientras Til la guiaba del brazo.–Sígueme –comentó ya de regreso a casa tras la ceremonia.
Subieron las escaleras de vuelta a su habitación. Por primera vez en su vida Til se sentía acongojado sólo con pensar en el estado mental de su prima. Aquellos ojos llorosos flagelaban su alma, pero el detectar atisbos de calma en ella le descomponía; no lograba entenderla. Aún así su instinto le obligaba a hacer cosas que nunca habría pensado de sí mismo. 
–Yo te protegeré –dijo ridículamente cuando estuvieron a solas.
–Te lo agradezco, pero no será necesario.
–Eres muy valiente, y hermosa…
–¿Cómo?
–Eres muy hermosa, Kristen –dijo acariciando su mejilla mientras con lentitud se aproximaba a aquel cuerpo de pájaro que le desconcertaba. Su cintura se dejó rodear por unos dedos que habían bailado el cuerpo de centenares de mujeres, pero sólo al aproximarse al suyo temblaron.
–¿Qué haces, Til? –Preguntó con los labios entreabiertos–. No… –gimió–, para…
Pero Til ya se aproximaba con sus labios perfectos y los ojos ardiendo de deseo contenido tanto tiempo.
–Kristen…
–¡Para! –Dijo ella alejándose de su primo político visiblemente confusa. ¿Qué había estado a punto de ocurrir? Le dio la espalda mientras tomaba aire atropelladamente. Su corazón quería dejarse notar por encima del entallado corsé cuando llamaron a la puerta.
–No respondas –pidió Til.
–Adelante.
–Lady Kristen –saludó una de las criadas con gesto grave–, acaba de llegar un caballero preguntando por usted.
–¿Quién es?
–No ha dicho su nombre.
–En seguida voy –anunció echando una rápida ojeada al cuerpo de su primo, en tensión, que seguía clavado en el suelo deldormitorio, para desaparecer escaleras abajo.
–¿Lady Kristen? –Un hombre de melena rubia y blanca dentadura aguardaba al pié.
–Sí.
–Mi nombre es Konrad Arievdouth.
–…
–He sido enviado desde Leston para encargarme de la regencia de Ventia hasta que se nombre a un nuevo embajador.

sábado, 12 de enero de 2013

Día ocho. Mimi Alonso.


HAY UN NACIMIENTO


Durante todo aquel tiempo se preguntó qué haría si le llegaba la terrible noticia. Si Julien estaba muerto ella poco tenía que hacer en Ventia. Seguramente la llevarían de regreso a Leston en un pestañeo, y debía reconocer que sin Claire por allí, ni su esposo, la idea no le resultaba del todo desagradable. Al menos tendría compañía, pensaba caminando sin rumbo, sin su sombra, que aguardaba en el ataúd del salón comedor para recibir una digna sepultura.
   No había hablado con nadie desde la noche anterior, cuando Til la acompañó a su dormitorio y acunó prácticamente hasta que se quedó dormida. Le había agradado su comportamiento de aquellos días. Si fuera así más veces, con más muchachas ante todo, sería padre de familia desde hacía años. Pero Til, pese a la ternura que había mostrado, continuaba siendo un peligro que valía más tener a la vista que a la espalda.
   Dieron unos fuertes golpes a la puerta del dormitorio. Kristen se vio sorprendida. Había rogado encarecidamente que nadie la molestara hasta la hora del entierro. Deseaba estar a solas para llorar a su queridísima Claire.
Como si la hubiera adivinado pensando en él, Til abrió la puerta tras escucharla dar su permiso para entrar.
   -Kristen...
   -¿Qué quieres, Til? Te pedí por favor que nadie me molestara hasta la hora del...
   -Han llegado noticias de Julien -dijo con voz grave. Ella sintió un nudo en el estómago.
    -¿Qué ocurre?
   -Ha... -la miró intentando demostrar toda la aflicción posible-. Lo siento mucho, muchísimo.
   -¿Qué?
   -Ha caído en manos de los salvajes, Kristen.
  -¿Está muerto? -Til asintió con gesto grave-. ¡Oh Dios mío! -Gritó ella antes notar que sus piernas se volvían de manteca y ver el suelo aproximándose lentamente hacia su cabeza.

   Cuando despertó su primo seguía allí, mirándola con aquella expresión afligida.
   -Dime que no es cierto -rogó ella con seriedad.
   -Lamentablemente lo es, querida.
   -...
  -Lo siento de veras. En dos días te he traído las dos peores noticias que una persona puede recibir... Ni siquiera hemos enterrado todavía a tu madre cuando ya hay que preparar otro funeral...
   -¿Qué hora es?
   -Casi las cinco.
  -¡Debemos darnos prisa! ¡Hay que acompañar a Claire en su viaje al otro mundo!
   -Claro, por supuesto... -Respondió él con extrañeza. Acababa de decirle que su marido había muerto y sólo se preocupaba de la criada...
   Til lo achacó a que no la había escuchado, o estaba intentando no escucharle para mantener la cordura. Aquellas dos noticias podían acabar con al vida de cualquiera. Pero Til no sabía qué ocurría en realidad...
   Kristen no sentía ningún afecto por su esposo. Es más, lo consideraba grosero, un anciano, era patético, mientras ella debía resignarse a vivir una vida de cortesana prácticamente estado a su lado. La noticia de la muerte de Julien no podía ser recibida de mejor modo: se veía renacer, volvía a ser libre.
   Puede que no tardara más de una semana en ser reclamada por su ciudad y regresar allí, a un lugar tranquilo donde sentirse a salvo. Kristen iba a renacer lejos de las garras de aquel esposo detestable y tan sumamente estúpido que le había raptado de entre los brazos de su madre, de su familia para obligarla a estar en aquella ruina, todo por dinero.
   Ahora me lo quedaré todo y volveré a Leston. Viviré bien gracias a ti, estúpido pedante.
   -Siento decírtelo ahora, pero la situación con los salvajes y el aumirio se ha vuelto insostenible. Debemos partir a la guerra, hacer justicia y quedarnos con el aumirio. 



El día que retomes el proyecto, Miguel, voy a hacer sonar las campanas...
Vaya tela.