sábado, 26 de enero de 2013

Día nueve. Mimi Alonso


APARECE UN NUEVO PERSONAJE

En menos de veinticuatro horas, Kristen se convirtió en la viuda más joven de Ventia. Pese a su alegría inicial no le costó demasiado trabajo mostrarse afectada por las noticias recientes, no por la muerte de su esposo, sino por la falta de su criada. Cuando bajó las escaleras y vio la gravedad reflejada en los rostros de su corte Ventiana, sintió culpa al pensar que el hombre que los lideraba a todos había muerto y ella no sentía el mínimo dolor al respecto.
Siguiendo la marcha fúnebre hasta el escueto cementerio, le costó mantener las formas. Amén de lo obvio, lo único que empañaba aquella repentina sensación de libertad era saber que los flanqueantes hombres partirían a la guerra tan pronto como terminaran los actos por la memoria de su esposo.

–Sé valiente, Kristen –decían mientras Til la guiaba del brazo.–Sígueme –comentó ya de regreso a casa tras la ceremonia.
Subieron las escaleras de vuelta a su habitación. Por primera vez en su vida Til se sentía acongojado sólo con pensar en el estado mental de su prima. Aquellos ojos llorosos flagelaban su alma, pero el detectar atisbos de calma en ella le descomponía; no lograba entenderla. Aún así su instinto le obligaba a hacer cosas que nunca habría pensado de sí mismo. 
–Yo te protegeré –dijo ridículamente cuando estuvieron a solas.
–Te lo agradezco, pero no será necesario.
–Eres muy valiente, y hermosa…
–¿Cómo?
–Eres muy hermosa, Kristen –dijo acariciando su mejilla mientras con lentitud se aproximaba a aquel cuerpo de pájaro que le desconcertaba. Su cintura se dejó rodear por unos dedos que habían bailado el cuerpo de centenares de mujeres, pero sólo al aproximarse al suyo temblaron.
–¿Qué haces, Til? –Preguntó con los labios entreabiertos–. No… –gimió–, para…
Pero Til ya se aproximaba con sus labios perfectos y los ojos ardiendo de deseo contenido tanto tiempo.
–Kristen…
–¡Para! –Dijo ella alejándose de su primo político visiblemente confusa. ¿Qué había estado a punto de ocurrir? Le dio la espalda mientras tomaba aire atropelladamente. Su corazón quería dejarse notar por encima del entallado corsé cuando llamaron a la puerta.
–No respondas –pidió Til.
–Adelante.
–Lady Kristen –saludó una de las criadas con gesto grave–, acaba de llegar un caballero preguntando por usted.
–¿Quién es?
–No ha dicho su nombre.
–En seguida voy –anunció echando una rápida ojeada al cuerpo de su primo, en tensión, que seguía clavado en el suelo deldormitorio, para desaparecer escaleras abajo.
–¿Lady Kristen? –Un hombre de melena rubia y blanca dentadura aguardaba al pié.
–Sí.
–Mi nombre es Konrad Arievdouth.
–…
–He sido enviado desde Leston para encargarme de la regencia de Ventia hasta que se nombre a un nuevo embajador.

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