sábado, 12 de enero de 2013

Día ocho. Mimi Alonso.


HAY UN NACIMIENTO


Durante todo aquel tiempo se preguntó qué haría si le llegaba la terrible noticia. Si Julien estaba muerto ella poco tenía que hacer en Ventia. Seguramente la llevarían de regreso a Leston en un pestañeo, y debía reconocer que sin Claire por allí, ni su esposo, la idea no le resultaba del todo desagradable. Al menos tendría compañía, pensaba caminando sin rumbo, sin su sombra, que aguardaba en el ataúd del salón comedor para recibir una digna sepultura.
   No había hablado con nadie desde la noche anterior, cuando Til la acompañó a su dormitorio y acunó prácticamente hasta que se quedó dormida. Le había agradado su comportamiento de aquellos días. Si fuera así más veces, con más muchachas ante todo, sería padre de familia desde hacía años. Pero Til, pese a la ternura que había mostrado, continuaba siendo un peligro que valía más tener a la vista que a la espalda.
   Dieron unos fuertes golpes a la puerta del dormitorio. Kristen se vio sorprendida. Había rogado encarecidamente que nadie la molestara hasta la hora del entierro. Deseaba estar a solas para llorar a su queridísima Claire.
Como si la hubiera adivinado pensando en él, Til abrió la puerta tras escucharla dar su permiso para entrar.
   -Kristen...
   -¿Qué quieres, Til? Te pedí por favor que nadie me molestara hasta la hora del...
   -Han llegado noticias de Julien -dijo con voz grave. Ella sintió un nudo en el estómago.
    -¿Qué ocurre?
   -Ha... -la miró intentando demostrar toda la aflicción posible-. Lo siento mucho, muchísimo.
   -¿Qué?
   -Ha caído en manos de los salvajes, Kristen.
  -¿Está muerto? -Til asintió con gesto grave-. ¡Oh Dios mío! -Gritó ella antes notar que sus piernas se volvían de manteca y ver el suelo aproximándose lentamente hacia su cabeza.

   Cuando despertó su primo seguía allí, mirándola con aquella expresión afligida.
   -Dime que no es cierto -rogó ella con seriedad.
   -Lamentablemente lo es, querida.
   -...
  -Lo siento de veras. En dos días te he traído las dos peores noticias que una persona puede recibir... Ni siquiera hemos enterrado todavía a tu madre cuando ya hay que preparar otro funeral...
   -¿Qué hora es?
   -Casi las cinco.
  -¡Debemos darnos prisa! ¡Hay que acompañar a Claire en su viaje al otro mundo!
   -Claro, por supuesto... -Respondió él con extrañeza. Acababa de decirle que su marido había muerto y sólo se preocupaba de la criada...
   Til lo achacó a que no la había escuchado, o estaba intentando no escucharle para mantener la cordura. Aquellas dos noticias podían acabar con al vida de cualquiera. Pero Til no sabía qué ocurría en realidad...
   Kristen no sentía ningún afecto por su esposo. Es más, lo consideraba grosero, un anciano, era patético, mientras ella debía resignarse a vivir una vida de cortesana prácticamente estado a su lado. La noticia de la muerte de Julien no podía ser recibida de mejor modo: se veía renacer, volvía a ser libre.
   Puede que no tardara más de una semana en ser reclamada por su ciudad y regresar allí, a un lugar tranquilo donde sentirse a salvo. Kristen iba a renacer lejos de las garras de aquel esposo detestable y tan sumamente estúpido que le había raptado de entre los brazos de su madre, de su familia para obligarla a estar en aquella ruina, todo por dinero.
   Ahora me lo quedaré todo y volveré a Leston. Viviré bien gracias a ti, estúpido pedante.
   -Siento decírtelo ahora, pero la situación con los salvajes y el aumirio se ha vuelto insostenible. Debemos partir a la guerra, hacer justicia y quedarnos con el aumirio. 



El día que retomes el proyecto, Miguel, voy a hacer sonar las campanas...
Vaya tela. 

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