HAY UN NACIMIENTO
Durante todo aquel tiempo se preguntó
qué haría si le llegaba la terrible noticia. Si Julien estaba
muerto ella poco tenía que hacer en Ventia. Seguramente la llevarían
de regreso a Leston en un pestañeo, y debía reconocer que sin
Claire por allí, ni su esposo, la idea no le resultaba del todo
desagradable. Al menos tendría compañía, pensaba caminando sin
rumbo, sin su sombra, que aguardaba en el ataúd del salón comedor
para recibir una digna sepultura.
No había hablado con nadie desde la
noche anterior, cuando Til la acompañó a su dormitorio y acunó
prácticamente hasta que se quedó dormida. Le había agradado su
comportamiento de aquellos días. Si fuera así más veces, con más
muchachas ante todo, sería padre de familia desde hacía años. Pero
Til, pese a la ternura que había mostrado, continuaba siendo un
peligro que valía más tener a la vista que a la espalda.
Dieron unos fuertes golpes a la puerta
del dormitorio. Kristen se vio sorprendida. Había rogado
encarecidamente que nadie la molestara hasta la hora del entierro.
Deseaba estar a solas para llorar a su queridísima Claire.
Como si la hubiera adivinado pensando
en él, Til abrió la puerta tras escucharla dar su permiso para
entrar.
-Kristen...
-¿Qué quieres, Til? Te pedí por
favor que nadie me molestara hasta la hora del...
-Han llegado noticias de Julien -dijo
con voz grave. Ella sintió un nudo en el estómago.
-¿Qué ocurre?
-Ha... -la miró intentando demostrar
toda la aflicción posible-. Lo siento mucho, muchísimo.
-¿Qué?
-Ha caído en manos de los salvajes,
Kristen.
-¿Está muerto? -Til asintió con
gesto grave-. ¡Oh Dios mío! -Gritó ella antes notar que sus
piernas se volvían de manteca y ver el suelo aproximándose
lentamente hacia su cabeza.
Cuando despertó su primo seguía allí,
mirándola con aquella expresión afligida.
-Dime que no es cierto -rogó ella con
seriedad.
-Lamentablemente lo es, querida.
-...
-Lo siento de veras. En dos días te he
traído las dos peores noticias que una persona puede recibir... Ni
siquiera hemos enterrado todavía a tu madre cuando ya hay que
preparar otro funeral...
-¿Qué hora es?
-Casi las cinco.
-¡Debemos darnos prisa! ¡Hay que
acompañar a Claire en su viaje al otro mundo!
-Claro, por supuesto... -Respondió él
con extrañeza. Acababa de decirle que su marido había muerto y sólo
se preocupaba de la criada...
Til lo achacó a que no la había
escuchado, o estaba intentando no escucharle para mantener la
cordura. Aquellas dos noticias podían acabar con al vida de
cualquiera. Pero Til no sabía qué ocurría en realidad...
Kristen no sentía ningún afecto por
su esposo. Es más, lo consideraba grosero, un anciano, era patético,
mientras ella debía resignarse a vivir una vida de cortesana
prácticamente estado a su lado. La noticia de la muerte de Julien no
podía ser recibida de mejor modo: se veía renacer, volvía a ser
libre.
Puede que no tardara más de una semana
en ser reclamada por su ciudad y regresar allí, a un lugar tranquilo
donde sentirse a salvo. Kristen iba a renacer lejos de las garras de
aquel esposo detestable y tan sumamente estúpido que le había
raptado de entre los brazos de su madre, de su familia para obligarla
a estar en aquella ruina, todo por dinero.
Ahora me lo quedaré todo y volveré a
Leston. Viviré bien gracias a ti, estúpido pedante.
-Siento decírtelo ahora, pero la
situación con los salvajes y el aumirio se ha vuelto insostenible.
Debemos partir a la guerra, hacer justicia y quedarnos con el
aumirio.
El día que retomes el proyecto, Miguel, voy a hacer sonar las campanas...
Vaya tela.
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