EL BRINDIS
-Hijo mío, espero que luches con
valor y tengas mil hijos. Los dioses saben que necesitamos hombres fuertes.
Las palabras sonaron en los oídos
del joven guerrero. El peso de una carga más importante que su propia vida,
recaía ahora sobre sus hombros.
-Padre, lo haré, desde este día
juro que no parare hasta que nuestra familia rija de nuevo en los dominios de
nuestros ancestros -la voz del muchacho se escuchó en todos los rincones de La
Torre Blanca, en la sala fue como un trueno, ensordecedor para los presentes-.
Lo que sí puedo asegurarte padre es que nuestros enemigos serán decapitados a
espada y hacha.
Los más valerosos guerreros del
territorio estaban presentes, la muerte de un gobernante, o la decisión de
dejar el puesto por falta de fuerzas, era uno de los sucesos más importantes
junto con las fiestas de Los Dioses.
El regente, Troin Sharón, El
Grande, agarró las sabanas del color más puro, el verde de las praderas que se
extendían por los valles en los que trotó con sus caballos tantas veces.
Respiró con dificultad un par de veces más, y se dejó llevar por La Diosa Del
Descanso y La Diosa De La Guerra, las que acompañaban a los grandes luchadores
en su renacer en el reino de Ástur.
El joven muchacho, con sus apenas
diecinueve años, recorrió el gran salón con la mirada, respiró todo lo profundo
que le permitieron sus pulmones y alzando el cuerno del metal de Los Dioses,
lanzó el grito que retó a todos los presentes.
Las miradas se cruzaron por la
sala, en ese momento, tres de los presentes derramaron sus copas en el suelo,
dejando claro así, que ellos retaban al sucesor del caudillo.
Entonces el silencio se hizo en
todos los rincones de la fortaleza.
-Groxi Mano Hierro, reta al nuevo
regente -uno de los más sanguinarios luchadores de todo el territorio.
-Zain Martillo Helado, reto al
recién ascendido -un Guerrero de las tierras del norte. Poco dado a rebelar sus
intenciones y tan sibilino como la más espantosa serpiente de los hielos.
-Berna Cima Ígnea, reto al nuevo
señor -a cargo de las montañas hirvientes, amigo de la familia de Breogam,
jamás pensó que él derramara el liquido para retarle.
Según las leyes, nada más ser
proclamado “rey” el sucesor por derecho, todos los presentes, o mejor dicho,
todos los que tuvieran agallas para retar y salir victoriosos de los duelos,
podían hacerlo.
El druida se levantó de su silla
y miró a los cuatro contendientes.
-Bien, mañana se celebrarán los
duelos a espada entre los retadores -concluyó el anciano saliendo por una de
las puertas de los laterales.
Los druidas siempre tenían la
última palabra según las leyes, ellos conocían los secretos de los bosques y
lagos, ellos eran los que podían derrocar a un caudillo si este no lo hacia
bien, con esto no significaba que fueran todo poderosos, pero si por un
traspiés del regente, se perdía una batalla o peor, una guerra, los druidas
tenían la potestad para reunir a todos los guerreros y después de recitar unos
viejos cánticos y poner en marcha el reloj de oro que presidía la pared detrás
del trono, se encerrarían en la sala a los que por una u otra razón quisieran
ser el nuevo señor. Tras las campanadas de la torre que resonaban por todo el
valle, sólo uno de los allí reunidos podía salir con vida por la puerta, y
claro estaba que no sería el que llevó a esa situación, porque cualquiera de
los presentes estaría más que dispuesto a separar la cabeza de los hombros a un
guerrero que no llevara a su pueblo a la gloria.
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Pelota en tu tejado.
Me hace pensar en una peli. Algo así como que hay un rubio en un bar y dice "OTRA!!!!" mientras se carga una taza xDDD
ResponderEliminarMe encanta tu brindis.